Colección Pequeños Grandes Traumas: la muñeca de papel

11 Oct

Con mi hermana, confeccionamos cada una una muñeca de papel blanco, dibujada con lápiz mina. Les colgábamos diferentes trajes que venían en una caja de detergente y jugábamos todo el día con ellas. No sé por qué esa muñeca me entretenía mucho más que las otras verdaderas y no es que haya tenido tantas tampoco. Aunque no recuerdo su nombre, en pocos días la muñeca se había transformado en mi pequeña mejor amiga.
 
Era verano y pronto salimos de vacaciones. Fuimos a Los Vilos y realizamos la tradicional peregrinación a La Lobera, una de las primeras caminatas de mi vida, en la que cruzábamos un árido terreno, siguiendo la línea del tren hasta llegar a unos roqueríos poblados por lobos marinos. También formamos una banda de rock que se llamaba Soda Rayo, con guitarras de madera y papel, nuestro primer single era una imitación de “Telarañas”, de Soda Stéreo. Buenos recuerdos con las primas y el mar.
 
Cuando llegamos a Santiago, la muñeca había desaparecido. Mamá había considerado que era basura y la había tirado. Lloré. Madre no entendía por qué, si era muy fácil construir otra muñeca. Nuevamente me sentí incomprendida. 
 
Parece que los regresos de vacaciones nunca fueron placenteros. Otra vez el joven cuidador de la casa dejó escapar a mi mascota Mimi, una tortuga de tierra pequeñita. ¡A quién se le puede escapar una tortuga!, nos repetíamos, aunque ya era muy tarde. Ninguna mascota sobrevivió nuestra infancia, pasaron por ahí pollos que se morían de pena o se lo comían los gatos, pero nunca tuvimos perro ni gato que nos maullara. Igual éramos muchos para andar sumando alimañas.
 
Continuará…

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