Ansia

16 Oct

Después de una semana fuera de las pistas, y en especial de las ciclo vías, hoy debía regresar al hacinamiento de mi pequeña oficina, ¡en TranSantiago! No es de snob ni arribista, pero ese asunto no funciona. Los 30 minutos que demoraba en bicicleta, sintiendo el viento en la cara y el aroma de los árboles en primavera, ahora se multiplicaron por dos y el escenario cambió al de los empujones y muchos honores no tan agradables. El paradero lleno, las micros colapsadas, las técnicas ninja para entrar al vagón del metro.

Y pensar que la mayoría de los santiaguinos comienzan todos sus días así. El caso es que después este descanso y de acostumbrarme a escribir todos los días, me dio un ataque de ansiedad pensar que tenía que volver a la oficina. Pero como la mano todavía no sana del todo, me regalaron dos días más de licencia, así que aquí me tienen de vaga, dedicada a mi nuevo deporte favorito que es comer nueces y torta tres leches de la Galletería de Laura R. (¿Acaso no es la mejor de Santiago?).

Siempre he tenido una personalidad ansiosa, pero estos tiempos me tienen algo confundida. Porque tengo más ganas de quedarme durmiendo en casa que de salir a vivir la vida. ¿Será una depre primaveral que aflora? Tal vez sea un presentimiento ridículo, un miedo infantil que volvió producto de la caída. O sólo será que necesito poner el cerebro en remojo, para dejar de pensar ¿y ahora qué? ¿qué es lo próximo? Sentarme a mirar adentro, mientras crecen las plantas en el huerto.

No comments yet

Leave a Reply