Máquina de escribir

6 Feb

Mi reliquia. igual la vendo :P

Mi reliquia. igual la vendo 😛

Apareció en casa durante el 92, cuando descubrí que tenía un don con las palabras. Impulsada por la profe de castellano con nombre de cantante lírica (Cristina Gallardo) y con la ayuda de Charito,   bibliotecaria que armó el taller literario en el colegio, escribí un ensayo para un concurso nacional sobre Vicente Huidobro. De verdad que esto de escribir poemas para cualquier lado, hacer dibujitos y creerse dios me dio vuelta el mundo. Lo encontré el tipo más creativo e inteligente que había leído. La verdad es que había leído muy poco para mis tiernos 13 años. Entregué el manuscrito de mi puño y letra y la profe se encargó de tipearlo. Al ensayo le fue bien, saqué el segundo lugar. Por eso, decidimos que era necesaria la adquisición de la máquina bendita, que dio vida a un par de cuentos que también fueron reconocidos. También en ese tiempos me transformé en una máquina de escribir.

Mi tía encontró un manual viejo de dactilografía y me lo pasó para que practicara. En una par de semanas era bastante hábil con el duro teclado. La máquina que, con su maleta contenedora, debe pesar unos 10 kilos me sirvió demasiado, tanto que casi se le acaba la cinta, repuesto que difícilmente se podía encontrar en el comercio. La conseguimos en el persa Bío-Bío, tal vez eso fue lo que me obligó después a olfatear la historia de ese mercado de las pulgas capitalino. Una historia que da más que para un post.

La máquina de escritorio tiene en su espalda la leyenda “Olympia Werke AG. Wilhelmshave. Made in Germany” y fue una de las versiones modernas de SG3 de la marca que se mantuvo como una de las últimas de occidente en fabricar los ya obsoletos cacharros. En abril de 2011, cerró la última en Bombay.

En los 90 un computador todavía era un objeto inalcanzable para la clase media baja de Santiago. Probablemente ni siquiera me había enterado de su existencia. Cuando entré a la U, todavía mantenían un cuarto de máquinas de escribir que ya nadie utilizaba. Al año siguiente, 1997, después de una huelga global, fueron reemplazadas por computadores con conexión a internet donde creé mi primer correo electrónico y una cuenta de ICQ, algo que ahora suena tan antiguo como las tipeadoras.

Todavía la conservo. Aunque nunca más la usé. Siempre las he encontrado románticas, en especial las más antiguas. Me traen recuerdos ancestrales sobre tiempos en que escribir siempre estaba ligado al olor del papel y la tinta.

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