Se me apareció marzo

4 Mar

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Los diarios lo llaman “súper lunes”. Hoy fue el día en que oficialmente comienzan las clases en gran parte de los colegios y jardines infantiles del gran Santiago. Facebook se llenó de fotos de pequeños en su primer día de clases.

En nuestra seudo metrópolis, el grueso de los oficinistas volvió obligado de sus vacaciones y hay más gente en las calles. La ciudad ideal sin embotellamientos duró menos que un suspiro y ahora no es más que un sueño. Los vagones del metro vuelven a exhalar su humedad de hora punta. Nos exprimen los bolsillos con pagos de patentes, matrículas, seguros y partes varios. Y así recordamos una de las mejores frases que nos ha entregado la publicidad chilena: se nos apareció marzo.

La agenda se llena de eventos ineludibles, compromisos sociales de todo tipo, incluyendo la regia exposición de fotografía de la Patagonia, organizada por mis amigos de Patagon Journal, que me hace extrañar el Paine, cumpleaños, happy hours y reuniones.

Claro que no todo en marzo es agotador. Llega la brisa otoñal, las temperaturas bajan por las mañanas y apenas sacas un pie de la selva de cemento vez las hojas de los árboles tornarse amarillas y volar libres a convertirse nuevamente en tierra.

Ese gesto simple de la natura me reconforta infinitamente, ayudándome a ignorar la convulsión del comienzo oficial del año.

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