Caí

10 Oct

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Era un día extraño, me costó levantarme mucho más de lo habitual. Desayuné un pan con dulce de alcayota y nueces que había hecho Samuel. Salí tarde en mi bicicleta shuper, muy de faldita y sin casco. Al llegar a la oficina, mis energías habían vuelto, y me dediqué a hablar de Valparaíso y su maravillas con los guías. Durante el almuerzo, inspirada por una bandeja de comida chatarra, comencé a sacar chatarra de mi niñez y hablar sobre el desastre que habían sido mis padres. Siempre fui muy crítica con ellos, siempre he sentido que me ven como un bicho raro; aunque se nota que me quieren igual. (!Próximamente!, lea la sección pequeños grandes traumas…)

Por la tarde tuve que tragarme todas mis rencorosas palabras. Y es que se me ocurrieron puras malas ideas ese día. Pasé a comprar unas cosas para la junta que teníamos en la tarde con unos amigos. Y ahí me quede pensando en toda esa rabia contenida por los traumas y cómo debía agradecer porque esas cosas no hicieron lo que soy ahora, o lo que quiero ser, una persona sin mucha estructura, un personaje adaptable, que se construye sin pensar límites.

Por la tarde, salí rauda en mi bicicleta con las compras colgadas del manubrio.¡Error! No alcance avanzar una cuadra, cuando la bolsa se atrapó en la rueda y salir disparada. Me apoyé con las manos. El golpe fue fuerte. Quedé atrapada con mis botas largas en el pedal. Unos transeúntes se apuraron para ayudarme a salir. Estaba bien pero dolorida, casi no podía mover la mano -la derecha por supuesto, mi lado izquierdo siempre ha sido el más fuerte- y el codo izquierdo muy hinchado. Apareció el vendedor de La Segunda, y me dijo que podía llamar a un paramédico que da vueltas por ahí, pero el que llegó fue el de Seguridad Ciudadana, que llevó la cleta, después arribó el supuesto paramédico, me puso una venda en el codo y me indicó que fuera un doctor. Como si ya no lo supiera.

Volví al edificio y abandoné la bicicleta con el conserje. Entré a la oficina, se me cayeron unas lágrimas de pura pena porque samu estaba en la selva y quería que me rescatara, y también un poco por el dolor. Karen -una compañera- me acompañó a la mutual y parte de la eterna espera de cuatro horas para ser atendida. Hice lo que cualquier mujer adulta, en sus 30 haría. Llamé a mi mamá y acudió presurosa a acompañarme, en ese momento se me olvida que cuando era chica fue protagonista de mis traumas o al menos uno de los actores. Pensé que me había quebrado el dedo, pero al final salí con un doloroso esguince de muñeca y la hermosa experiencia de ser un trabajador chileno con accidente de trayecto atendido raudamente por nuestro seguro de salud.

Primero, piden tus datos y ordenan tu atención según gravedad. Segundo, piden más datos y vuelves a esperar el llamado. Una vez en los box, una hilera de estudiantes en práctica toma tus signos vitales, hasta que aparece el doctor, ordena rayos, te llevan a la espera rayos, esperas, te toman los rayos, te vuelves al box 19. Te examina, tira el dedo gordo y aauuuch. Me río. El doctor pregunta qué es para la risa y nada la verdad, pero me pareció curioso el batallón de lesionados y policontusos que desfilaba en el lugar. Me pregunté si al hombre le gustaba su trabajo. Cuando me explicó que tal vez me quebré un hueso llamado escafoides, que tenía forma de naranja confitada y que era muy peculiar porque se irrigaba al revés; tuve mi respuesta.

Como dicen en South Park: chicos, hoy aprendimos una lección. Aunque no me olvido los traumas, si puedo sanarlos. Al final, mi madre siempre está apoyándome. La quiero y sé que hizo todo lo que pudo con lo que tenía.

Se preguntarán como escribí tanto con la mano derecha lesionada. Instalé el Dragon NaturallySpeaking, que bajé por utorrent y a esta lengua, no la para nadie. ¡Baje ya!

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