El gato bagual

14 Oct

Caleta Talcaruca, la casa del bagual. foto: S. Bravo

Un bagual es un animal quiere vuelve a su estado salvaje, después de haber sido domesticado, o bien nació así. Es una palabra que nació en la Patagonia, para referirse especialmente a caballos y vacas que eligieron la libertad de esta tierra para vivir, en vez de la estancia. No es de extrañar que esta condición natural salvaje persista también en otras almas domesticadas. Incluso en la de nosotros, serviles humanos al servicio de otros más poderosos o a razones y deseos que nos son ajenos.

Así lo aprendí en un primaveral viaje al norte de Chile. Acampamos en las dunas de una playa perdida de la región de Coquimbo, llamada Caleta Talcaruca. Recién amanecía, el viento soplaba recio sobre nuestra carpa. Tomábamos té. De pronto, un sonido familiar nos llamó. Vimos moverse con rapidez felina a un pequeño animal, que jugaba y conversaba con dos gaviotas que lo seguían mientras corría feliz de un lado a otro en la arena. Pensamos que podía ser un gato montés o hasta un colo-colo, pero al acercarnos casi corriendo, vimos algo aún más extraño. Era un gato como de casa, bien peludo, blanco con manchas negras, era bastante grande y lucía muy saludable para su condición de salvaje. Su amistad con las gaviotas y las águilas era admirable, se entendían a toda vista. Seguro en este lugar era fácil encontrar comida, por lo que las aves no eran competencia, y había múltiples posibilidades de refugio en las rocas agujereadas por el paso de los años que se alzaban por sobre la rompiente de las olas.

Cuando nos vio, se agazapó, echó las orejas atrás y se mantuvo quieto a ras de suelo, listo para atacar. Al parecer los humanos éramos su peor enemigo. Como no retrocedimos, en dos segundos comenzó a correr tan veloz como pudo hasta cruzar una antigua barrera que anunciaba “no entrar, propiedad de la sociedad agraria Bauzá”. Se alejó hasta perdernos, dejando a las gaviotas en la playa, confundidas por la huida de su amigo que pensó ver en nosotros al diablo. Por suerte para él, pocos humanos llegan a esta abundante caleta sin pescadores.

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