33

10 Jun

Se han fijado que  los médicos ya no le piden a sus pacientes: “diga 33”. Para el caso da lo mismo. El otro día me preguntaron mi edad y por primera vez tuve que decirlo. 33. Es bonito el número, si la edad de Cristo y weas, también es fuerte que si me crucifican ahora, no he hecho nada de lo que pueda estar orgullosa. Ahí el afán de escribir, publicar, comunicar, garabatear.

Lo bueno es que parece que hay muchas personas que están en la misma parada y eso me gusta. Nunca imaginé mis treinta y tantos de una manera tan gozadora e inestable. Lo mejor/peor es que probablemente esto se va a mantener así. Si, divertido, también inestable. Osea, por  una parte miedito, por otra, ok, vamos, démosle.

Vivo con mi novio en una casa vieja, desordenada, un poco dejada de las manos mágicas. No tengo hijos, pero me adoptó un gato y hasta ahí mis responsabilidades con el sistema y la sociedad.

Estuve unos meses en la voluptuosa tierra de Magallanes y cuando volví a mi querido Santiasco traté de buscar trabajo por los medios tradicionales, para darme cuenta un poco por dolor de guata y otros síntomas, que lo tradicional simplemente no me viene. Sé que hay otros en este mismo lugar. A los que les da alergia la estructura del “deber ser”. Los que ya se han puesto a RECICLAR, LIMPIAR, BOTAR, DESTRUIR antes de dar un paso adelante en el verdadero SER.

Quiero ver a más trabajadores independientes, negocios nuevos, ideas innovadoras, nuevos proyectos, mentes abiertas, menos juicios, menos ¿y cómo vas a ganar plata? Porque al final no se sabe o no importa, pero es parte del juego. Tengo 33 y creo que ya es tiempo de ponerse a jugar.

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