Monthly Archives: September 2012

Shao mes de Shile

ImagenSe fue septiembre. Saqué la bandera de la ventana y me acuerdo que, en los ochenta, jamás se elevó la bandera para el 18 en casa, arriesgando el mítico parte de Carabineros (nunca supe si era cierto). Era una muestra de rechazo a la dictadura.

En el asado de mi cuek-empresa, el guaripola paró la música e invitó a todos a ponerse de pie para cantar la canción nacional. Tratando de tragarme las carcajadas, como si estuviera en la fila del colegio, canté welasilocontralaopresión. Menos mal que no se les ocurrió poner la segunda estrofa.

En los primeros años de mi educación también tuve que cantar La Marsellesa o algo similar a eso, porque la escuelita se llamaba “Le Monde”, claro que el nombre era más estafador que la señora de los quesitos. El “Le Monde” era bien pobre y estaba ubicado en la entonces emergente comuna de La Florida, también conocida como la flowers o floridencia. Lo más chistoso es que nunca nos enseñaron el famoso himno, así que lo entonábamos inventando, muertos de risa alonsonfandelapatriiiiie con acento bien shileno.

Aunque feliz por los días libres y la llegada de la primavera, termino este mes de la patria con el colon indignado por la comilona y también por las injusticias que veo a diario que me apretujanlas tripas: prácticas anti-sindicales, la extinción de los defensores del pueblo (la muerte del padre Pierre Dubois), el arreglín del litio. Y desde mi propia lengua atada, desde mi burguesía falsa, esos “no es malo” y “no es poco”, sigo auspiciando la desigualdad con mis impuestos, con mi trabajo. A ver a dónde nos lleva el falso progreso. Pero, ¡por favor, señores! No me vengan a decir que este gran negocio es para todos los chilenos.

Smartphone vs dumb-ass

Se me cayó el Smartphone dentro del té. No lo derramé sobre el teléfono, si no que literalmente el Galaxy cayó dentro de la taza, que era lo suficientemente ancha para recibirlo. Por ahí Jack me decía que a algunas personas les gusta tomar tecito con galletas, a mi me acomodan los móviles con sistema operativo Android.

Como el teléfono sobrevivió, aunque me hizo pasar susto con algunos guiños extraños y desaparición de mi juego favorito (foursquare), llegué a la importante conclusión de que tal vez sea más inteligente que yo. No olvida ninguna cita, me despierta todos los días a la hora, salvo cuando se te olvida que ya adelantaron otra vez el horario de verano, te pasas de largo una hora y llegas pidiendo disculpas al trabajo.

Si le sucede algo similar: por nada del mundo intente prenderlo en seguida, ni trate de llamar a su pareja para probar que todavía funciona el aparato; desármelo, saque la batería, intente ponerlo al sol, séquelo con un secador; evite llevarlo al servicio técnico a menos que la máquina valga más de lo que cobra; mantenga la calma; no se desespere por todos los puntos que está perdiendo en Foursquare; y finalmente respire y tome conciencia de los nuevos accidentes diarios y lo divertidos que son…

Aplastarle la pantalla al Iphone o sumergirlo en el café o echarle mermelada es el nuevo drama hipster. Bueno, no soy hipster porque no tengo un Iphone pero si soy snob y ni siquiera cuando estuve viviendo en Torres del Paine me despegué de internet. Como si hubiera nacido con él, me siento cómoda en su medio, no soy geek ni experta, pero me sale natural usarlo todo el día como escape, para refrescar la mente y los sabores. Estás en un día de oficina y cada visita al Clinic, twitter o tu gmail es un breve momento para limpiar la mente, antes de volver a concentrarse o cambiar de tema. ay dioshhh qué sería de mi sin internec (sic). Realmente amo que la ciencia ficción haya sido una premonición casi exacta de la realidad y que todo el mundo sea parte de una misma red que es reflejo de otra red, menos aparente, de energías y equilibrios entrelazados.

PD: Y volviendo a las preocupaciones del snob citadino, ¡ahora puede hacer su teléfono a prueba de agua!

De las posesiones y los vivientes

Foto: Samuel Bravo

Sentada sobre una roca granítica escribo sobre los vivientes de El Coligüe. De los de antes y los de ahora.

Para llegar a esta localidad atravesamos quebradas pobladas por matorrales, cactus, árboles y algunos habitantes, pasando por caminos de tierra por los que transitan pocos vehículos. Vinimos desde Illapel, tomamos el camino que lleva a Combarbalá y nos desviamos rumbo a Los Rulos serpenteando por una ruta arcillosa que subía por los cerros dejando a la vista la cordillera de Los Andes. Un poco desorientados nos encontramos a uno de los pocos moradores del sector. Su cabeza cana vestía con orgullo una chupalla de paja. Con sus ojos amables, nos tranquilizó: “Yo les voy a indicar y no se van a perder nada”.

“Ustedes siguen derechito no más”, dijo mostrándonos un intrincado camino de curvas. “¿Ven esas posesiones que están ahí en el cerro? Esa blanca. Hasta ahí llegan y le preguntan al viviente. Él maneja lo del sendero porque ahora hay que ir con guía”.

Primero paramos en una casa muy humilde, ubicada a un lado de la escuelita de El Coligüe. Una mujer nos señaló que deberíamos seguir un tramo más, usualmente ella también recibía a los visitantes, pero ahora no había nadie que pudiera hacer de guía, dijo mientras dos niños se escondían dentro de la casa. Afuera un perro negro enfermo, se echaba sobre basura desperdigada en el lugar.

Llegamos a la próxima casa y salió Pedro, con un loro sobre el hombro a saludarnos, interrumpiendo el comienzo del asado dieciochero. Nos acompañó en su camioneta, a la que se subieron también el hijo, Guillermo, y una sobrina que vino desde Antofagasta. Nos explicó cuáles eran los senderos de los petroglifos, que estaban marcados con una hilera de piedras a cada lado, y se despidió.

No alcanzamos a dar dos pasos y nos encontramos con los primeros petroglifos, que Pedro nos informó pertenecían a las culturas Molle y Diaguita (los primeros antecesores de los segundos). Mapas de ubicación, animales, figuras humanas, plantas, máscaras y dioses formaban parte de estos universos ancestrales grabados en las piedras de El Coligüe, perdidos entre cactus, litres, guayacanes y colliguay. Dimos pocas vueltas y encontramos decenas de estos dibujos en distintos estados de conservación.

Miramos desde lejos Los Andes, con sus escasos manchones de nieve por el invierno seco que ya se acaba con las fiestas patrias, Chile, chicha y empanadas.

Los vivientes de antes: nómades que llegaban para cazar. Ahora el guanaco es escaso y hay algunas iniciativas para reinsertarlo (wanaku.cl).
Los de ahora siembran trigo, tienen un par de almendros en flor y consiguen agua de vertientes subterráneas. Para un buen número su ingreso principal es la pequeña minería, por eso se pueden ver grandes cuevas en la roca sobre algunas de las casas.

Nosotros, los campistas, en auto y con carpa, vinimos a saludar a las almas de todos los vivientes de esta zona rica en arqueología e historias.

Cosas para recordar:
1. Pedro tenía a un loro de mascota, que se instalaba sobre su hombro y se quedaba ahí.
2. También escuchamos a otros loros en el sector que no habían sido domesticados, vimos a un carpinterito y por la noche escuchamos todo tipo de graznidos, trinos y lamentos de burros.
3. Sector El Espino: Petroglifos con figuras abstractas.
4. Sector Las Águilas: águilas dobles y triples.
5. Sector Los Sandillones: Lugar ceremonial. Se registra lo que podría haber sido una incipiente domesticación de guanacos.