Muchos ya han escuchado esta historia, pero no hay nada mejor que legarla por escrito. Dicen que fue en diciembre que nació Jesús. No sé ni siquiera si existían los diciembres en esas fechas, pero se especula que también fue un diciembre cuando nació Gatísimo.
Primero vagó por las calles hasta que un alma samaritana (probablemente la veterinaria del lado), lo arrojó por la pandereta a mi patio interior, en febrero. Ese día desperté con unos maullidos bajitos, me asomé por la ventana y vi al gato más divertido y tierno de la historia. Dos orejas enormes coronaban al pobre bicho famélico, de lomo gris, con su panza alba, manos y pies enguantados en blanco. Le di leche y nunca más se fue. Por sus colores le puse Bugs (en honor a Bugs Bunny). En pocos minutos, adquirió algunos apellidos y su nombre oficial fue Bugs el Mega Gatísimo. Como era muy largo finalmente lo dejamos en Gatísimo porque le venía a su personalidad querendona y mansa.
Estaba tan enamorada del gato que me imaginaba que me seguía al trabajo o donde fuera. Él también me adoptó y tenía costumbres extrañas como despertarme para jugar a las 3 y 6 de la mañana. Cosas de los gatos. Nunca pensé tener una mascota, este ser peludo y ahora más o menos cilíndrico me encontró. Hasta me da alergia y a veces no me deja respirar, motivo por el que he mirado con odio a cada doctor insensible que me diagnostica “regale al gato”.
Por estos días debe cumplir 9 años, lo que en años gatunos son como 63, onda entrando en la tercera edad y con sus achaques. Le detectaron cierta insuficiencia renal y tiene que tomar todos los días un cuarto de pastilla que el felino olvida tomar muy a menudo interesado en otras preocupaciones como las polillas, los nuevos archi enemigos y también los amigos recién llegados.
Es un poco obeso, esponjoso y muy calentito. Se nos tira encima para dormir ignorando por completo sus poco más de 7 kilos de gatunidad. A veces saca los huesos de pollo de la basura o se come un pajarito. Después se pasea por mis piernas dejando los pantalones negros con una gruesa capa de pelos. Es medio patudo, leso y bien sociable. Tiene buen carácter y por eso se lleva bien con niños, adultos y la mayoría de los gatos vecinos.
En las tardes se echa en el patio, bajo una sombra y entrecierra los ojos ronroneando. También le gusta enroscarse sobre mi cama y dormir por horas. Todo lo que se necesita para ser un buen guati-si-si-mo.
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