“Melancholia” (2011), de Lars Von Trier, es una película que no se puede definir en términos de buena o mala (si es que alguien se puede seguir atreviendo a hablar así de cualquier otra cosa…). La mayoría dirá que es una película rara, es posible que muchos se hayan dormido o hayan abortado la misión antes de llegar a la mitad.
He visto muchas películas de Von Trier. Les puedo decir que el tipo es un condenado bastardo manipulador (sonó como traducción de película gringa, no?), que hizo llorar a Björk y que además ha hecho algunas de las películas más irreverentes e icónicas de los últimos tiempos. Sí, él inventó el Dogma en los 90, tuvo seguidores y probablemente se cree un pequeño dios. Pero su trabajo no deja de ser altamente complejo y, por lo mismo, a todas luces interesante.
ADVERTENCIA: [Si YA la viste, no te interesa verla o te da lo mismo que te cuente el final, sigue leyendo]
Melancholia it’ all about breaking social laws.
Comienza con una especie de sueño premonitorio, imágenes en cámara lenta, alta definición, calidad publicitaria, presentan la historia. Después de la apertura, vemos una limosina blanca, Justine es una novia maravillosa en su vestido de miles de dólares, el novio de catálogo, se besan enamorados, pero en los próximos minutos algunas cosas comienzan a salirse de guión.
Una protocolar fiesta en la mansión de la hermana Claire se ve frustrada por los parientes desubicados y el tedio de la novia, quien parece no poder seguir el juego. Durante todas esas horas intenta desesperadamente ser escuchada por sus cercanos, madre, padre, novio, hermana. Nadie la escucha. Pero el presentimiento es tan fuerte que le hace difícil incluso caminar. ¿Es Justine una depresiva endógena? No lo creo, para la supuesta estrella de la publicidad, nada en el mundo ya no tiene sentido. Ella sabe. We´re alone.
Segunda parte. La vida perfecta en la fortaleza de estos millonarios, con cancha de golf y caballerizas, comienza a desvanecerse. ¿Te estuviste conectando a internet? le pregunta John a su esposa Claire. Y es que le abrió la puerta a la verdad y también al miedo. De toda formas, ya es muy tarde, el bunker no les servirá para la prueba que viene. Melancholia, el planeta misterioso (¡qué metáfora de nombre!), comienza su danza de muerte con la Tierra.
El quiebre de la normalidad, la muerte, un cameo al hoyo 19 en el campo de golf, todas figuras que preceden un fin de mundo del cual “no hay dónde esconderse”, en el cual de nada sirven las mansiones aisladas, aún menos las convenciones.
En el rol de quebrar convenciones Lars es un rey. Si el mismo eliminó por completo las escenografías en “Dogville”, qué más se puede esperar. Lo curioso es que, a pesar, de contar una historia de la manera más desmembrada que se puede dar, sigue trasmitiendo un mensaje. Sea este que me acomodé o el que tú quieras. El director maldito sigue logrando su objetivo.