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La víspera

Foto por samuelbravo.com

Foto por samuelbravo.com

Me desperté descansada y sin querer a las 6.30 am. Es como si los duendes de la mañana me hubieran forzado a escribir, pese a mis esfuerzos –no tan fructíferos como quisiera- por mantenerme productiva 14 horas al día. Se nos viene el viaje (ahora sí) y con él la hora de renunciar a los compromisos pendientes, esos autoimpuestos/inventados con las puertas de la casa y otros detalles tantos que quedarán insolutos, imperfectos, aunque resueltos de mil maneras en mi mente, que no logra traducir a habilidad manual su deseo de seguir afinando el look final de este lugar que dejo en 5 días y por los próximos meses.

A Gatísimo le enseñamos cómo llegar por el techo a la nueva parte de la casa donde habitamos y aprendió en seguida, quedándose a dormir con nosotros, hecho bolita, esferificado, esponjoso y con su pelaje radiante. Recién ahí entendió que todavía no nos habíamos ido y que podía llegar a este lugar sin tener que atravesar el territorio habitado por los amigos.

Se cerró la venta de mi colección de CDs (aquí la lista de los que quedan, sólo por pocos días, precios espectaculares, pase a ver etc. etc. Ojo con los reservados que nunca fui a dejar y nadie vino a recoger). Llegó la temporada navideña y por lo tanto todo lo demás quedó a la espera de ser regalado o almacenado hasta nuevo aviso. Porque al final la aventura es como hornear un bizcocho, si lo disfrutamos y todo funciona de acuerdo a nuestras energías se rellena y se arma la torta. Si no, por ahí también se desinfla y hay que adaptarse no más. O como en la Patagonia, donde los planes funcionan siempre y cuando la naturaleza quiera.

Crónicas de la reconstrucción. Parte 12. El ahora.

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Las últimas semanas de la construcción fueron intensas y el cuento parece de nunca acabar. Resurgen temas que se creían superados, como el mal trabajo de la cuadrilla de peruanos, cuando detectamos una fuga en la red de agua caliente del loft que ya está arrendado.

Cuando estábamos al borde de la locura, por suerte apareció del cielo la posibilidad de mover los pasajes. La fecha original del viaje (23 de noviembre) se cambió por el 18 de diciembre. Ganamos una semana porque nuestros amigos ya habían entregado su depa y la mudanza no podía tardar. Entonces se armó la minga. Mi madre y Sole (mi suegra), que nos han dado mano de obra y apoyo incondicional durante todo el proceso, pintaron, limpiaron, movieron refrigeradores. Hasta mi abuelita que vino a visitarnos se entretuvo ayudándonos en el cambio de casa.

Ahora que miro esos días me doy cuenta que sí somos suertudos. Conversamos con la arrendataria del loft, quien no tenía prisa en cambiarse y aquí estamos, viviendo en el espacio nuevo de la casa. Ha sido bueno porque nos permitió darnos cuenta de varias fallas domésticas que estamos resolviendo de a poco. Ahora todos estos temas quedan en manos de Samuel, que debe repartir su tiempo entre el desarrollo del proyecto de Pucallpa y los varios detalles que quedan por arreglar en nuestro hogar temporal.

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Me dio pena dejar nuestra casa tan linda y no poder disfrutarla (la foto habla más). Ahora tengo más tiempo, pero poca tranquilidad porque como me estreso con facilidad, me agarró una crisis alérgica y eso que Gatísimo está confinado en el patio y lo he visitado poco. Él ya está viejo y no se ha dado cuenta que podría venir por el techo a vernos, aunque también puede ser que no se atreva a surcar los terrenos ganados por su archirrival.

El próximo domingo nos cambiamos otra vez, para empezar un viaje que me obliga a mirar el ahora y dejar de vivir pensando en mañana.