“-¿Cómo es Pucallpa?-dice Santiago.
-Un pueblito que no vale nada-dice Ambrosio. ¿No conoce, niño?”
Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa
La lluvia martilla fuerte desde la mañana. El cielo cubierto, las calles anegadas, los motocarros con sus plásticos recién colgados, las señoras caminan rápidito con sus sombrillas de colores, las chicas corren a protegerse bajo un techo, las poleras mojadas, la sonrisa a flor de piel. Ahorita se hunden las sandalias en el barro y “qué va a querer, seño”. Carachama, paixe, doncella, todo el pescado fresco. Más allá las verduras, las yucas, las papas, por acullá los plátanos en su rama, los hay bellacos, guinea, maduros, moquiches, elija usted. Las grandes papayas. Las hierbas para sanar. A granel el arroz, la fariña, los cereales. Los pollos vivos o trozados. Las carnes fileteadas mosqueándose. 5 soles. 4 no más. Bueno. Vamos.
Prrrrrrrrprprrprpr suena el motocarro. La gigantografía de ‘Petitas Suite’ se combina con las coconas y los camu-camu de una reciente campaña a la alcaldía. Si los candidatos se distinguen por frutas regionales, el frente cultural está representado en las calles por la enigmática “Acción Poética Pucallpa”, que fácilmente podría llamarse Frente Ricardo Arjona. Si hasta a las paredes les dieron ganas de pasarse a la antipoesía después de quedar pintadas con “Qué callado es el silencio”, “Tu sonrisa me salva”, entre otras tantas frases cliché. [[LOL]]
Los Yennys se anuncian en afiches de fondo negro y letras fluorescentes. Una mujer enfundada en botas de goma blanca barre el río que se forma en la puerta de su casa. Pasa ahí más de una hora. La lluvia que no para. Lo mismo que había sido sol inclemente 24 horas antes, decorado sólo esas espesas nubes blancas como algodón haciendo formas en el horizonte. El cielo limpio a pesar del exceso de motocarros. El calor húmedo. La música estridente sonando dentro de los locales.
El borde de la laguna bien embarrado, las hojas de plátano embaladas en forma de paragua que salen a la venta por mayor y menor. Muchos locales han cerrado tal vez por la hora o la lluvia. Nos subimos al Jackson. Después de la debida espera. Peque-peque-peque-peque… Nos largamos de la costa de Yarina. ¡Hasta la vista Pucallpa tierra colorada!, me despido de tu falta de árboles, de tus gentes apacibles, de los pillos busca turistas, de las propinas, de los funcionarios corruptos, de las calles sucias, de las meseras despistadas, de tu acento amazónico, del desorden de tus construcciones y el tropical ritmo de tus avenidas, de los picarones y otras fritangas, de las bailarinas semi-desnudas del domingo a mediodía, de tus mercados sabrosos, de tus salsas picantitas, de la artesana shipiba que insiste en que le compre una baratija, del visitante ayahuasquero, de tu dulce y agraz.