Me echaron del gimnasio por entrar saltando la pandereta. Aunque no ocurrió más de tres veces, a un funcionario le ofendió mi acción. La medida de cancelar mi matricula es exagerada. Sin embargo, asumo que la inadecuada soy yo. ¿A quién más se le puede ocurrir pasarse por el muro? La terraza de mi oficina da directo a sus estacionamientos y hay una palmera que en dos pasos me deja del otro lado, ahorrándome cinco minutos de caminata bajo el sol.
Un coach me dijo que para encontrar trabajo debes ser adecuado. Saludar con la distancia justa, ser ubicado,“buscar el acomodo” como decía un sabio amigo, ser conveniente en ciertas circunstancias. “Por ejemplo, Piñera es tremendamente inadecuado. Se sentó en el escritorio de Obama. Bachelet es muy adecuada”, me dijo. Pero el inadecuado también fue presidente y hoy nadie quiere a la presidenta. Detalles de las generalizaciones.
Estos últimos meses me he sentido inadecuada en varios compromisos sociales donde ser la eterna soltera sin hijos me convierte en una especie de aberración, una mujer de segunda categoría. Lo admito, soy tremendamente inadecuada, no sólo por saltar muros (y aclaro: ¡fueron sólo un par de veces!). Tengo una personalidad de artista atormentada sin dedicarme al arte. Por eso agradezco que exista un trabajo que me banca a pesar de mi ineptitud/inadecuación, así como amigos y familia que me aceptan (a veces).
Me pregunto si mi abuelo era igual de inadecuado. Para su familia, fue el peor de todos. La sociedad tenía una idea distinta. Simpático, bueno para el trago y los jales, mano abierta. ¿Será que para el resto se ponía un disfraz? No lo creo. Un personaje como él encaja perfecto en el rubro de la entretención, su rol tal vez era el de válvula de escape, bisagra para mentes menos rebeldes y aburridas.
Esto es un spoiler del libro de la historia de mi abuelo que estoy escribiendo. Espero ser adecuada para terminarlo y lo suficientemente inadecuada para publicarlo.