Lo primero que recuerdo cuando me preguntan qué querías ser de chica es que quería ser doctora. No debo haber sido tan pequeña, esto fue como a los 11 años. No llegué a pensar si soportaría ver sangre o muerte porque antes que fuera un deseo definitivo, tuve una revelación. Un hecho fundamental cambió para siempre el curso de mi vida.
Tenía 13 años y estaba en Primero Medio. La profesora de castellano, que también se llamaba Cristina, nos dio como tarea escribir un cuento. El mío resultó tan bueno que me felicitó ante todos y luego me recomendó asistir al taller literario del colegio que recién comenzaba. El taller lo llevaba Charito, también profesora y bibliotecaria penquista, que me abrió una ventana al mundo con los fuegos de Cortázar. La señorita Cristina me animó a participar en un concurso de ensayos nacional para estudiantes sobre Vicente Huidobro. Charito la apoyó y me puso a leer Altazor. Después de la lectura, me encomendé a la virgen y a los santos (en esa época era católica) y me largué a escribir en un bloc de hojas de roneo. Gané el segundo lugar. Fui la más joven de los ganadores. El premio eran muchos libros de poesía y novelas, además de 200 mil pesos, que me pagaban en cuotas mensuales. Una fortuna para una preadolescente como yo. Ese año participé en más concursos, gané un premio municipal de cuentos y quedé seleccionada en Tu Vida Cuenta, Cuenta Tu Vida, para participar en un taller de relatos cortos con la escritora Pía Barros.
Después de eso nunca gané nada más, a pesar que seguí participando en uno que otro concurso. A pesar de eso, seguí escribiendo. Decidí estudiar periodismo. Ahí me llegó la adolescencia maldita, me enamoré, me rompí el corazón varias veces, salí y cuando empecé mi carrera, con apenas 20 años, me dediqué al periodismo de espectáculos, olvidándome un poco de la escritura, aunque era algo que siempre estaba ahí.
Como de esto de escribir es un placer inevitable, en 2005 -año en que también aprendí a nadar- abrí el blog nebulosasmusicales, que luego cambió a escriboweas y a Chimuchina. Seguí escribiendo mi vida en esas páginas, a veces con regularidad otras a goteras. Cuando ya daba mi pasión por perdida, asistí a un taller donde conocí a las dos hermosas mujeres con las que fundamos nuestro taller literario. Este año, en día de reyes, recibí una gran noticia. Mi germen proyecto referencial ganó el fondo del libro, por lo que este año tengo como meta terminar la que espero será mi primera novela.