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Cuando seas grande

Cristi Foto1

1992

Lo primero que recuerdo cuando me preguntan qué querías ser de chica es que quería ser doctora. No debo haber sido tan pequeña, esto fue como a los 11 años. No llegué a pensar si soportaría ver sangre o muerte porque antes que fuera un deseo definitivo, tuve una revelación. Un hecho fundamental cambió para siempre el curso de mi vida.

Tenía 13 años y estaba en Primero Medio. La profesora de castellano, que también se llamaba Cristina, nos dio como tarea escribir un cuento. El mío resultó tan bueno que me felicitó ante todos y luego me recomendó asistir al taller literario del colegio que recién comenzaba. El taller lo llevaba Charito, también profesora y bibliotecaria penquista, que me abrió una ventana al mundo con los fuegos de Cortázar. La señorita Cristina me animó a participar en un concurso de ensayos nacional para estudiantes sobre Vicente Huidobro. Charito la apoyó y me puso a leer Altazor. Después de la lectura, me encomendé a la virgen y a los santos (en esa época era católica) y me largué a escribir en un bloc de hojas de roneo. Gané el segundo lugar. Fui la más joven de los ganadores. El premio eran muchos libros de poesía y novelas, además de 200 mil pesos, que me pagaban en cuotas mensuales. Una fortuna para una preadolescente como yo. Ese año participé en más concursos, gané un premio municipal de cuentos y quedé seleccionada en Tu Vida Cuenta, Cuenta Tu Vida, para participar en un taller de relatos cortos con la escritora Pía Barros.

Después de eso nunca gané nada más, a pesar que seguí participando en uno que otro concurso. A pesar de eso, seguí escribiendo. Decidí estudiar periodismo. Ahí me llegó la adolescencia maldita, me enamoré, me rompí el corazón varias veces, salí y cuando empecé mi carrera, con apenas 20 años, me dediqué al periodismo de espectáculos, olvidándome un poco de la escritura, aunque era algo que siempre estaba ahí.

Como de esto de escribir es un placer inevitable, en 2005 -año en que también aprendí a nadar- abrí el blog nebulosasmusicales, que luego cambió a escriboweas y a Chimuchina. Seguí escribiendo mi vida en esas páginas, a veces con regularidad otras a goteras. Cuando ya daba mi pasión por perdida, asistí a un taller donde conocí a las dos hermosas mujeres con las que fundamos nuestro taller literario. Este año, en día de reyes, recibí una gran noticia. Mi germen proyecto referencial ganó el fondo del libro, por lo que este año tengo como meta terminar la que espero será mi primera novela.

Escribir sobre escribir

musasySilencio en el blog. En los últimos días no he logrado escribir. Las horas que destino normalmente a la redacción de Chimuchina me las he pasado en reuniones sociales o absorbida por la vil rutina de escribir weás para ciertas corporaciones con mayor y menor grado de maldad.

A propósito de buscar la inspiración, me encontré con varios artículos sobre las manías de algunos escritores famosos y donde blogueros cuentan cuál es su método para armar su columna cada semana.

Para mi, generalmente todo parte con una frase, una idea, una imagen. Algo que conversé el mismo día con otra persona, un sueño, un dibujo que tengo en mente, un aroma, un sabor, un poco de pensar en las historias que tengo y no he contado.

Me concentro en eso y el bloqueo mental se desvanece, dando paso a la lujuria de las palabras, el escribir por escribir, sin necesidad de buscarle una moraleja a la historia.

Son tiempos intensos, donde todos parecemos estar aprendiendo lecciones difíciles. Para mi la más dura de todas es detenerme. Dejar de correr. Sentir. Volver a disfrutar el hoy. Y escribir por escribir porque las historias están ahí y sé que fluirán más rápido que la luz de una estrella fugaz que surca la noche.

Recuerdos de cuando miraba el suelo

Foto: Samuel Bravo

Tenía 13 años y era una pendeja rabiosa y genial. Siempre pensaba que algún día estaría en la cima (no sé en cuál) y miraría hacia abajo a todos los que me habían despreciado, obstaculizado, discriminado, etc.

Salía del convento y me iba caminando por la Gran Avenida con Caro hasta el paradero 25, en la intersección con Américo Vespucio. En la esquina había un supermercado Cosmos (que quebró un par de años después). Me iba todo el camino mirando el suelo. Veía las veredas sucias, uno que otro escupitajo cada dos metros. No sé quien les enseñó a esos chilenos que era de buena educación tirar “pollos” en la calle. Fuera del dato asqueroso, me gustaba mirar al suelo, tal vez inspirada por lo poco atractivo del entorno. En este corto trayecto, lo único menos feo era el edificio municipal en la vereda del frente, una casona antigua, pintada de blanco.

Siempre iba así con el seño fruncido, concentrada en quizás que pensamiento. Por esa época había descubierto algo que nadie me podía prohibir, algo natural que me llevaba a lugares nuevos, algunos tenebrosos, otros más bellos que la realidad circundante.

Pienso en lo que decía Samu el otro día frente a la playa de Algarrobo, que hay tiempos para sembrar (arriesgar) y otros para cosechar. Por tanto, no vale la pena perder el tiempo en asuntos que nada tienen que ver contigo. Que los jóvenes sabemos cómo hacer las cosas, pero los mayores saben qué funciona, lo que hacer necesario aprovechar estas décadas para luego hacer de la mejor manera este tránsito del hacer al pensar.

Por eso, me dibujó una sonrisa que en otro contexto hoy volví a escuchar eso de que si tienes algo y no lo das, nada vas a recibir. Si tienes una semilla en la mano que no sueltas, nunca va a germinar. Esto, a propósito de enseñar o compartir tus conocimientos.

Y me quedo pensando si he sabido sembrar, si todavía queda tiempo, dónde estará esa tierra fértil para multiplicar historias y parábolas que me trae copiosa la brisa marina.

Así con el estrech

Imagen

Desfile de paraguas.

¿Te ha pasado que hay días que tienes 0 ganas de escribir? Es raro porque ahora pensé que no tenía ganas y si me pongo a escribir no me para nadie. Debe ser porque estoy floja con estos días ricos invernales para quedarse en cama haciendo cucharita. Además, tengo que revisar y escribir algunos temas que no me están motivando tanto en estos minutos.

¿En qué habíamos quedado? Ah, si. El dolor uterino intenso era ¡colon irritable! Al médico le faltó poco para cagarse de risa en mi presencia.

–          Pero doc, me siento morir, ¿cómo me va a mandar pa’ la casa con puro Viadil?

Y así fue. Tal vez sea porque me lo había pasado comiendo cosas ricas o porque, por otro lado, las pegas que tengo ahora pagan en diferido y empiezo a sentirme cesante, aunque realmente no lo estoy. Prefiero decir freelance, eso suena más bonito. Pero la realidad es que no es tan agradable tener que andar cobrando pegas que hiciste meses antes a personajes que se quieren hacer los suecos o que realmente tienen montada su minipyme de tan mala forma que viven en el bicicleteo constante.

Para olvidarme del “estrech” (así quedó el término para siempre después de que escuché a un colega decirlo inocentemente), me escapé al hermoso Puerto Varas. El centro de la ciudad es como tener un Alonso de Córdova gigante y en el sur. Mala suerte que el alcalde corrupto decidió poner un mall y lo hacen los mismos ctm que hicieron el de Castro.

Conocí a personajes memorables como la Vicki Johnson (sus chocolates me hacen llorar de emoción), Aldo, Kathy, Felipe y Yasna (los perioartistas invitados), Pablo Ortúzar (el dueño del capitán Haase). No puedo tener más que un GRACIAS por lo entrete de la escapada.

Ahhh y hoy fue el día D, tuve que hacer una mega presentación para ver si quedo en una pega zorrona. Aquí vamos otra vez. Así que gracias también al Samu que me ayudó a mejorar la PPT. Puxas que es malo Powerpoint, pero de verdá que me dio sustito ocupar Prezi.com (gracias Moni por la buena vibra). Porque si no andaba el cuento, me quedaba ahí con pánico escénico y chao no más presentación, pega, fama y todo. Ya me veo recibiendo el Oscar o el premio limón. No, no apliqué para el reality show. No aún… Esperemos a ver qué pasa cuando se acabe el seguro de cesantía. Oh my goshhhhh!