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Saque número

Este número en especial no tiene nada que ver con el tema... Aunque tal vez fue una divertida sugerencia.

Este número en especial no tiene nada que ver con el tema… Aunque tal vez fue una divertida sugerencia.

 

Desde que volví a mi ciudad natal no he logrado sentirme al 100%. Todo lo que como me hace mal, duermo más de la cuenta y estoy con menos energía de lo habitual. Me siento extraña, aunque ansiaba llegar al hogar, volver a ver a los que quiero y vivir cobijada por esta imponente cordillera.

He tenido la suerte de sentirme querida, abrazada por mi familia, los amigos, a esas almas que siempre me acompañaron a la distancia durante los meses de la breve temporada en la selva. Aproveché y me di vacaciones –para qué mencionar la palabra cesantía- y salir a recorrer la ciudad como un turista más. Me re-encanté con Santiago, con sus barrios de moda, con los lugares de siempre y los emergentes.

Al mismo tiempo, me estrello con fuerza, me chocan las cosas que no funcionan en el país. Empezando por el sistema de salud, donde para cada atención debo sacar un número y esperar, perder mi tiempo y tener que pagar por recibir una atención a todas luces deficiente. Me violenta la pasividad de todos quienes nos vacunamos con el “saque número” y esperamos absortos, navegando en el celular que probablemente costó el sueldo del mes.

Voy a conocer el mall nuevo (como si hubiéramos necesitado uno más…) y veo metida ahí a toda la gente que no está en las calles para protestar que los sueldos están igual aunque la bencina subió más de $150 pesos en 6 meses. Todos marchando felices con sus bolsas plásticas de multitiendas, felices porque los chalecos están 2×1, intentando obtener satisfacción a través de la falsa libertad de comprar lo que quieras.

Ahora tengo que empezar de nuevo y siento que esta vez no puedo fallar. Debo hacer lo que me gusta y dejar de hacer la vista gorda a la injusticia, la ceguera del alma, los horarios de trabajo abusivo, a los sistemas de pensiones miseria, a la ola de consumismo que nos jibariza, llevándonos a ese estado anodino donde los anuncios publicitarios dictan nuestros deseos y la hipoteca nos impulsa a “tener que aguantar” en vez de simplemente vivir.

Pucallpa salvaje

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“-¿Cómo es Pucallpa?-dice Santiago.

-Un pueblito que no vale nada-dice Ambrosio. ¿No conoce, niño?”

Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa

 

La lluvia martilla fuerte desde la mañana. El cielo cubierto, las calles anegadas, los motocarros con sus plásticos recién colgados, las señoras caminan rápidito con sus sombrillas de colores, las chicas corren a protegerse bajo un techo, las poleras mojadas, la sonrisa a flor de piel. Ahorita se hunden las sandalias en el barro y “qué va a querer, seño”. Carachama, paixe, doncella, todo el pescado fresco. Más allá las verduras, las yucas, las papas, por acullá los plátanos en su rama, los hay bellacos, guinea, maduros, moquiches, elija usted. Las grandes papayas. Las hierbas para sanar. A granel el arroz, la fariña, los cereales. Los pollos vivos o trozados. Las carnes fileteadas mosqueándose. 5 soles. 4 no más. Bueno. Vamos.

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Mercado Bellavista, Pucallpa. Foto Samuel Bravo Silva

Prrrrrrrrprprrprpr suena el motocarro. La gigantografía de ‘Petitas Suite’ se combina con las coconas y los camu-camu de una reciente campaña a la alcaldía. Si los candidatos se distinguen por frutas regionales, el frente cultural está representado en las calles por la enigmática “Acción Poética Pucallpa”, que fácilmente podría llamarse Frente Ricardo Arjona. Si hasta a las paredes les dieron ganas de pasarse a la antipoesía después de quedar pintadas con “Qué callado es el silencio”, “Tu sonrisa me salva”, entre otras tantas frases cliché. [[LOL]]

Los Yennys se anuncian en afiches de fondo negro y letras fluorescentes. Una mujer enfundada en botas de goma blanca barre el río que se forma en la puerta de su casa. Pasa ahí más de una hora. La lluvia que no para. Lo mismo que había sido sol inclemente 24 horas antes, decorado sólo esas espesas nubes blancas como algodón haciendo formas en el horizonte. El cielo limpio a pesar del exceso de motocarros. El calor húmedo. La música estridente sonando dentro de los locales.

El borde de la laguna bien embarrado, las hojas de plátano embaladas en forma de paragua que salen a la venta por mayor y menor. Muchos locales han cerrado tal vez por la hora o la lluvia. Nos subimos al Jackson. Después de la debida espera. Peque-peque-peque-peque… Nos largamos de la costa de Yarina. ¡Hasta la vista Pucallpa tierra colorada!, me despido de tu falta de árboles, de tus gentes apacibles, de los pillos busca turistas, de las propinas, de los funcionarios corruptos, de las calles sucias, de las meseras despistadas, de tu acento amazónico, del desorden de tus construcciones y el tropical ritmo de tus avenidas, de los picarones y otras fritangas, de las bailarinas semi-desnudas del domingo a mediodía, de tus mercados sabrosos, de tus salsas picantitas, de la artesana shipiba que insiste en que le compre una baratija, del visitante ayahuasquero, de tu dulce y agraz.

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Carta trimestral

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Foto de Samuel Bravo Silva.

Queridos amigos; conocidos apenas y perfectos desconocidos:

Llevo 3 meses viviendo en un lodge de la selva peruana, Ani Nii Shobo, rodeado por un bosque plano, junto a la “laguna de los pájaros”, Xanxococha. Las nubes de tormenta se levantan desde el poniente y alrededor vive la más increíble variedad de aves de colores, insectos de todo tipo, árboles, la mayor parte de ellos habitantes originarios de este lugar. El pueblo más cercano es la comunidad shipiba de San Francisco, que está a unos 5 minutos caminando a paso tranquilo. El caserío tiene una feria de artesanos donde tienen los tapices bordados y bisutería, entre otros souvenir, donde si osas llegar con un billete de 50 soles, lo más probable es que salgas con más de lo que habías planeado. Las casas son simples, un techo de palmera, generalmente sin piso, una terraza donde cuelga una hamaca, y donde a veces se mece a los bebés. Ahí también está el embarcadero desde donde puedes salir a la ciudad (Pucallpa) o ir a navegar hacía el bajo Ucayali.

En este clima tropical todo avanza más lento, con su propio ritmo, (como avalancha de manjar, como dice Samuel), tanto que a veces parece que el tiempo está suspendido, aunque cada tarde veas atardecer con colores distintos. Si te quedas quieto, ves pasar la lluvia, las nubes de algodón, las garzas, mirarás como el sube y baja el caudal de la laguna y es como si nada hubiera cambiado en lo sustancial.

Aquí sientes las energías de la tierra más fuertes, aunque tal vez son tus sentidos los que se agudizan al punto de percibir presencias del más allá o más acá. Si le preguntas a los locales es más fácil, “es el espíritu de la planta que estás tomando que te ha visitado”.

He pasado por todas las emociones desde la felicidad extrema a la depresión. He tenido altos y bajos. Días perfectos y otros en que habría salido corriendo de regreso a Chile, donde fuera de la familia y los amigos, nada me espera. Cuando pasa la tormenta, miro los ojos de mi compañero y no chocamos las cabezas, todo está bien. Seguiré aprovechando este tiempo para mirar adentro, sin juzgar lo que encuentre.

Enero selvático

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Vamos a cumplir un mes en la selva y parece que nos vinimos ayer. Aquí el ritmo de la vida es más lento. El calor no nos deja vivir a nuestro ritmo acelerado de siempre. Empecé mis tareas de comunicaciones sin conexión a internet cercana. Lo bueno es que ya descubrimos que nos podemos conectar a través de nuestros teléfonos y pronto llegará nuestra conexión USB. Aquí definitivamente no hay espacio para aburrirse. Esta es nuestra casa ahora y debemos ayudar a los voluntarios que llevan el lugar a cocinar, lavar platos, limpiar, cosechar limones o encender el generador.

Hemos viajado varias veces a la ciudad. La última fue larga y divertida. Nos levantamos temprano y decidimos esperar el bote que venía a dejar a Noé a Ani Nii Shobo. Julio, el botero, no sabía que íbamos y cuando llegamos al caserío de San Salvador, no teníamos motocarro para llegar a la ciudad. Debíamos caminar hasta “la loma”. El día estaba ideal para caminar, con unas nubes bien cargadas que nos daban sombra. Hacía menos calor que lo habitual. Pasamos las casas, la plantación de papayas y la fábrica de ladrillos que a esa hora estaba desierta.

Encontramos un motocarro que llevaba a una persona a San Salvador y nos dijo el conductor que nos subiéramos, pero hacer el camino de regreso a san salvador y de vuelta no nos pareció tan bueno. A los pocos metros llegamos al cruce. Vimos cómo unos campesinos arriaban sus vacas de un lado a otro del campo. Y entonces pasó un camionero muy amable que nos llevó, pocos minutos antes que comenzara a llover. Además, el conductor fue muy sociable y nos comentó sobre buenos lugares para visitar.  Al final nos tomamos más de 2 horas hasta la oficina, pero fue entretenido.

Esta vez no nos quedamos en Pucallpa y volvemos en el día. Motocarro hasta San Salvador y Julio nos espera con el bote y se suben 3 de sus hijos que casi siempre nos acompañan en el viaje, hasta la playa donde recalan los botes en Ani Nii Shobo.

Bienvenido Año Nuevo

 

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La puesta de sol desde mi ventana en Ani Nii Shobo.

El tiempo pasa más lento en la selva y ya no sabemos en qué día de la semana estamos. No he tenido la urgencia de escribir, concentrada en acostumbrarme al calor y a las picaduras de los mosquitos que son lo único que aleja este lugar de un verdadero paraíso. Ya tengo heridas de tanto rascarme y me dan ganas de tener mentholatum (esa pomada con mentol y alcanfor que venía en un envase redondo y metálico, bueno para el resfrío, las picadas y casi todo).

Terminé “Los detectives salvajes”, lo primero que leo de Bolaño y quedé p’adentro, literalmente. Pienso si podría alguna vez escribir una novela, luego me digo que debería escribir una novela, aunque difícilmente podría citar a tantos escritores como en los detectives o poner frases en latín o todas esas que hacía él para caricaturizar a los intelectuales de la época. Ahora empiezo “Kitchen” de Banana Yoshimoto.

Cuando estamos en Ani Nii Shobo nos conectamos con el teléfono y nos gastamos los 50MB de cada recarga en una hora, actualizando el Facebook o subiendo la nueva página del hogar de niños Nii Juinti, para el que estoy trabajando.

La noche de año nuevo fuimos a una fiesta al pueblo más cercano, la comunidad de San Francisco, que está compuesta por no más de 200 casas, no tiene ni cajero automático y es difícil encontrar una verdura. Fuimos invitados a la casa del Chamán, Roger. En su patio la fiesta estaba montada con grandes amplificadores y un computador pasaba música tropical. Cuando llegamos, como a las 6 de la tarde, ya todos estaban más que enfiestados.

De la nada, Roger dijo a Samuel que querían un estadio para el pueblo y que él haría los planos. Luego se le ocurrió que ambo seríamos los padrinos del lugar y que pondría una pancarta con nuestra foto el día de la inauguración. Espero que esa última parte no ocurra, ahora sería entretenido que en la pasada construyamos un estadio, aunque por ahora se ve difícil.

De regreso, caminamos un poco mirando los destellos de los fuegos artificiales de Pucallpa desde lejos y a la derecha de ellos múltiples rayos de tormenta que superaban largamente las luces de artificio. Fue un buen comienzo de año, aunque les quedé debiendo el abrazo de año nuevo a muchas personas que quiero. Los dejaré guardados, así tendremos un banco de abrazos esperándonos cuando regresemos por el mismo camino.

La víspera

Foto por samuelbravo.com

Foto por samuelbravo.com

Me desperté descansada y sin querer a las 6.30 am. Es como si los duendes de la mañana me hubieran forzado a escribir, pese a mis esfuerzos –no tan fructíferos como quisiera- por mantenerme productiva 14 horas al día. Se nos viene el viaje (ahora sí) y con él la hora de renunciar a los compromisos pendientes, esos autoimpuestos/inventados con las puertas de la casa y otros detalles tantos que quedarán insolutos, imperfectos, aunque resueltos de mil maneras en mi mente, que no logra traducir a habilidad manual su deseo de seguir afinando el look final de este lugar que dejo en 5 días y por los próximos meses.

A Gatísimo le enseñamos cómo llegar por el techo a la nueva parte de la casa donde habitamos y aprendió en seguida, quedándose a dormir con nosotros, hecho bolita, esferificado, esponjoso y con su pelaje radiante. Recién ahí entendió que todavía no nos habíamos ido y que podía llegar a este lugar sin tener que atravesar el territorio habitado por los amigos.

Se cerró la venta de mi colección de CDs (aquí la lista de los que quedan, sólo por pocos días, precios espectaculares, pase a ver etc. etc. Ojo con los reservados que nunca fui a dejar y nadie vino a recoger). Llegó la temporada navideña y por lo tanto todo lo demás quedó a la espera de ser regalado o almacenado hasta nuevo aviso. Porque al final la aventura es como hornear un bizcocho, si lo disfrutamos y todo funciona de acuerdo a nuestras energías se rellena y se arma la torta. Si no, por ahí también se desinfla y hay que adaptarse no más. O como en la Patagonia, donde los planes funcionan siempre y cuando la naturaleza quiera.

Crónicas de la reconstrucción. Parte 12. El ahora.

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Las últimas semanas de la construcción fueron intensas y el cuento parece de nunca acabar. Resurgen temas que se creían superados, como el mal trabajo de la cuadrilla de peruanos, cuando detectamos una fuga en la red de agua caliente del loft que ya está arrendado.

Cuando estábamos al borde de la locura, por suerte apareció del cielo la posibilidad de mover los pasajes. La fecha original del viaje (23 de noviembre) se cambió por el 18 de diciembre. Ganamos una semana porque nuestros amigos ya habían entregado su depa y la mudanza no podía tardar. Entonces se armó la minga. Mi madre y Sole (mi suegra), que nos han dado mano de obra y apoyo incondicional durante todo el proceso, pintaron, limpiaron, movieron refrigeradores. Hasta mi abuelita que vino a visitarnos se entretuvo ayudándonos en el cambio de casa.

Ahora que miro esos días me doy cuenta que sí somos suertudos. Conversamos con la arrendataria del loft, quien no tenía prisa en cambiarse y aquí estamos, viviendo en el espacio nuevo de la casa. Ha sido bueno porque nos permitió darnos cuenta de varias fallas domésticas que estamos resolviendo de a poco. Ahora todos estos temas quedan en manos de Samuel, que debe repartir su tiempo entre el desarrollo del proyecto de Pucallpa y los varios detalles que quedan por arreglar en nuestro hogar temporal.

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Me dio pena dejar nuestra casa tan linda y no poder disfrutarla (la foto habla más). Ahora tengo más tiempo, pero poca tranquilidad porque como me estreso con facilidad, me agarró una crisis alérgica y eso que Gatísimo está confinado en el patio y lo he visitado poco. Él ya está viejo y no se ha dado cuenta que podría venir por el techo a vernos, aunque también puede ser que no se atreva a surcar los terrenos ganados por su archirrival.

El próximo domingo nos cambiamos otra vez, para empezar un viaje que me obliga a mirar el ahora y dejar de vivir pensando en mañana.

Fábulas de la reconstrucción (parte 11). Empaca ligero.

Así quedó la parte loft de nuestra casita ;) sorry fellows, ya se arrendó.

Así quedó la parte loft de nuestra casita 😉 sorry fellows, ya se arrendó.

Probablemente todos han sentido los vaivenes energéticos de estas semanas. Los días se pasan volando, con muchos cierres y proyectos nuevos por concretarse. Mi mente ha estado inquieta, interrumpiendo el sueño y llevándome a dormir en las obsesiones del día. Ha sido difícil detenerme a respirar profundo y aún más escribir.

Empiezo este post con un pie golpeteando el piso, impaciente. Si me pongo a pensar, hay demasiado por contar. Me duelen los tobillos, como cada vez que tengo miedo de avanzar. Se nos viene una nueva aventura, con el germen de la ONG y escuela de medicina shipiba NIi Juinti, junto a Samuel.

Estamos liquidando casi todas nuestras pertenencias para hacer más liviana la mochila, incluyendo mi querida colección de CDs (ver lista). Arrendamos el nuevo loft/casa y también nuestra parte, a pesar que todavía no terminamos con los trabajos de reconstrucción; vendimos el auto (sin ni siquiera anunciarlo); y hasta la bici vieja tuvo comprador.

Capítulo aparte merece el comportamiento de Gatísimo, mi amigo gatuno que tal como yo vive hace 10 años en el mismo lugar y está tan indignado por los profundos cambios de los últimos meses que decidió marcar todo lo que está a su alcance, incluyendo las sábanas de nuestra cama.

Quedan 19 días para el viaje y de sólo pensar en la larga lista de pendientes, se me estruja el corazón. Estoy segura que los meses se harán cortos y estaremos de regreso en 7 meses como si nada hubiera ocurrido, pero con todo cambiado/transformado dentro. Pienso en la aventura y me pongo feliz por esta oportunidad de ir en busca de lo nuevo, gracias a mi compañero explorador.

Fábulas de la reconstrucción. Parte 10. La escalera.

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Estamos en las últimas. La constru nos ha estrujado energías, tripas, corazón y hasta el último peso. Hemos trabajado por esto y seguimos avanzamos lentamente hacia nuestra libertad.

Pienso que, después de todo, lo hemos hecho bien. Y lo más importante: simplemente, ¡lo hicimos! Hemos creado una historia que partió descubriendo los subterráneos blindados, poniendo a la luz los cimientos, para después volver a crear, con soluciones creativas y a pulso nuestra propia escalera al cielo. Ahora lo que sabemos es que llega al segundo piso y ¡funciona!

Desde aquí, siento que sólo hay camino de bajada y me pongo más liviana, aunque sé que todavía nos falta por recorrer. En este sendero estamos en la etapa de vender todo lo que podemos y nos sobra, el calefont antiguo, los teléfonos fijos que ya no tienen línea para funcionar, los notebook con la pantalla rota, la tina que nos inventamos (¡que llega hoy!) y pronto la colección de CDs de mi vida. Todavía no comienzo la titánica tarea de catalogarlos y sólo pienso en cuáles no quiero soltar. Me quedaré con los de Arcade Fire, Yo La Tengo, REM y tal vez con el debut de Pánico… Mmmm, ¡ya! Cuando la tenga, los invito a la subasta.

Mañana tendremos amigos voluntarios trabajando, en vez de maestros. Se me viene la idea de que siempre vale más tener amigos que plata. Y ahora a cruzar los dedos porque nuestra meta es tener listo el loft en ¡2 semanas! ¿Será cierto? Vamos a ver.

Fábulas de la reconstrucción. Parte 9. Back on track.

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Con escándalo de vecindad barata, terminamos el trato con el jefe de obra peruano, que nos había dejado botados por dos semanas, con excusas varias. La realidad es que estaba trabajando en 2 obras más. Conversamos con él que preferíamos dejarlo hasta ahí y así poder contratar a otras personas que fueran capaces de terminar el trabajo y rezongó un poco pero aceptó. Claro que cuando fue a buscar sus cosas, se volvió loco (probablemente ya lo estaba) y comenzó a cobrarnos un dinero que no le debíamos, a la mitad de la discusión se desdijo (“no les he pedido esa suma”), aunque ya todos lo había escuchado y de ahí siguió el griterío hasta que el peruano decidió llamar a Carabineros, para dejar una constancia de que se iba sin robar nada (plop!).

Estaba brava y le grité consignas bien de corte venezolano del tipo “insulto a la humanidad” y “estafador de poca monta”, mientras él me grababa con su celular. Menos mal que no me salió lo Rosa Espinoza.

Todo sucedió el sábado a las 9 am y quedamos nerviosos por el resto del día. Más encima, unos delincuentes pasaron marcando las casas de la cuadra, lo que nos dejó más alarmados.

Lo bueno es que el domingo ya habíamos dado vuelta la página. Conseguimos mano de obra más confiable y por fin estamos de vuelta avanzando. Con 18 de por medio, aro, aro, aro, ármate el asado, que ni la chicha ni la cueca nos va impedir construir este depa. 😉